-Esto es difícil… ¡vaya que lo
es!-
Eso
pensaba mientras releía por enésima vez la carta que te daría el día en que me
dejaste plantado. Quería tirarla, olvidarla e incluso intente quemarla pero no
podía, lo que quería y deseaba era no haber escrito esa maldita carta.
Nada
de eso serviría, estaba escrita y la seguía leyendo, la rabia me consumía poco
a poco porque ni siquiera te preocupó eso. No te importó cuan destrozado
quedaría ese día y después.
Todos
los factores indicaban que no querías nada por más que lo parecía, estaba
cansado de esperar –porque aunque no lo
parezca, esperar cansa- intente de todo, todo lo que estaba a mi alcance,
proponía encuentros para los que nunca tenías tiempo y ahí estaba yo,
esperando… y esperando.
Podría
intentar borrarte pero, sé muy bien que si te vuelvo a ver volverán todos eso “buenos recuerdos” que aún quedan como
estigmas es mi memoria y me odio por eso, me odio por saber que me dominas y
que tarde o temprano volvería a sucumbir ante ti, seguiría enamorado de ti,
porque todo eso que sentí contigo no había pasado antes.
He
intentado olvidarte y fracaso en cada intento, llegue a probar con el alcohol y
fue la peor de todas las ideas que se me pudieron ocurrir, le doy gracias a
Dios que estaban tan ebrio que no recordaba que no tenía renta en mi teléfono –pero sí recordaba perfectamente tu
número-. En la mañana al despertar noté que tenía 27 llamadas sin salir en
mi buzón.
No
quiero darte mucha importancia porque no quiero llamar tu atención, no quiero
que regreses por obligación, si lo haces que sea porque realmente lo quieres.
No te escribiré ni intentaré volver a llamar… si tú lo haces rápido te iré a
contestar.
Un nuevo caos.