Blanca
como la nieve, cabellera dorada y una mirada cálida, así es ella, mágica, fuera
de lo común, es una chica muy estrafalaria aunque no lo sepa.
Hasta el
día de hoy me preguntaba ¿Qué me ataría de ella?
Era esa
profunda mirada, esos gestos que hacía con sus cejas y nariz al hablar, lastimosamente
el día que me lo pregunto las palabras no me salían, no sabremos si fuera
cambiado las cosas o no.
Bailamos
en los pasillos a altas horas de la noche sin importarnos nada, fue encantador,
sentí una pequeña incomodidad al bailar ya que era un poco más alta que yo y le
dije con tono de chiste.
Empezamos
a merodear los pasillos toda la noche ya que estábamos un poco ebrios y
terminamos en la habitación, ahí estábamos los dos, ebrios y muertos de risa,
el silencio llego en un momento, ella pensaba en cualquier cosa y yo solo la
miraba.
¡Vaya!
No me imagine mejor lugar para perderme que en la inmensidad de sus ojos color café,
la luz de la luna entraba por la ventana dejando la habitación a poca luz, como
las típicas escenas de amor de las películas, solo me incline y la bese,
sabiendo que a ella le gustaba otra persona, ella respondió de la misma manera,
no sé si fue por los efectos del alcohol o porque así lo quiso. Nos fuimos de
la habitación y la lleve a la suya acabando así la mejor noche que he tenido en
años.
Pasaron
los días y ya no hablábamos, todo quedo en esa noche, agradezco por regalarme
las mejores de las noches. Sé que ahora está con el chico que le gusta y espero
que las cosas le salgan bien, mientras yo me desahogo en las escrituras como
siempre lo hago, no sé si llegaras a leer esto pero aquí estaré, con tu
recuerdo en mi memoria, el sabor de tus labios y el calor de tus abrazos.
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