Que
hermosa, dulce y placentera manera de morir atado a su mirada, ella me podía
llevar al cielo con su ternura y al infierno con su odio repentino –podríamos
decir que era como mi paz y mi tormento-, tan dulce como la miel cuando se lo
proponía, solo era cuestión de tiempo ya que constantemente predominaba ser
cítrica como un limón.
Era un
veneno todo lo ocurrido pero con sabor a jugo de fresas, ya que no me daba
cuenta que esto acabaría mal y vaya que lo hizo.
No hay
arrepentimientos de mi parte ya que mientras ese bus seguía andando, nuestro
recorrido paso por baches que logramos eludir y otros que no, era predecible lo
que pasaría al llegar a nuestro destino final, pero nos hacíamos los ciego o
los tontos –o al menos yo lo hacía- pero todo fue bueno mientras duro, hubo
cosas malas como siempre pasa, pero de lo malo aprendemos para futuras rutas.
He de
decir que fue un placer coincidir con ella en esta vida, aunque cambiaba más de
humor que las luces de un árbol de navidad, pero son pequeñas cosas que me
hacen recordarla, radiante como siempre y con una sonrisa que te trasmitía la
vida aunque su mirada te causase la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario