sábado, 14 de octubre de 2017

Fue un placer.


Que hermosa, dulce y placentera manera de morir atado a su mirada, ella me podía llevar al cielo con su ternura y al infierno con su odio repentino –podríamos decir que era como mi paz y mi tormento-, tan dulce como la miel cuando se lo proponía, solo era cuestión de tiempo ya que constantemente predominaba ser cítrica como un limón.

Era un veneno todo lo ocurrido pero con sabor a jugo de fresas, ya que no me daba cuenta que esto acabaría mal y vaya que lo hizo.

No hay arrepentimientos de mi parte ya que mientras ese bus seguía andando, nuestro recorrido paso por baches que logramos eludir y otros que no, era predecible lo que pasaría al llegar a nuestro destino final, pero nos hacíamos los ciego o los tontos –o al menos yo lo hacía- pero todo fue bueno mientras duro, hubo cosas malas como siempre pasa, pero de lo malo aprendemos para futuras rutas.

He de decir que fue un placer coincidir con ella en esta vida, aunque cambiaba más de humor que las luces de un árbol de navidad, pero son pequeñas cosas que me hacen recordarla, radiante como siempre y con una sonrisa que te trasmitía la vida aunque su mirada te causase la muerte.

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